Si a estas alturas del campeonato aún no ha estallado una
revuelta, dicha sublevación jamás tendrá lugar. Hace un par de años, cuando
este blog vio la luz virtual por primera vez, quien aquí se expresa aún albergaba esperanzas acerca
de la posibilidad de que se organizara una reacción popular. Actualmente, no cuento
con la más mínima fe en ese sentido.
Han sido dos años repletos de agresiones brutales, de recortes, de retrocesos
sociales impensables hace apenas un lustro, de casos de corrupción puestos al
descubierto día sí día también, de actuaciones policiales fascistas, de desahucios, de hambruna infantil, de tasas de desempleo que superan la población total de algunos países, de descaradas pantomimas judiciales diseñadas para proteger a la mafia, de privatizaciones (¿queda algo público? Ni
siquiera la muerte es pública ya que incluso para largarse de este mundo uno
debe costear, no ya el precio de la urna –el ataúd y la parcela en el
cementerio son para las clases altas- sino un nada despreciable número de
tasas) y aquí no ha pasado absolutamente nada.
La gente que aún
tiene un trabajo se ha quedado sin pagas extra, se ha avenido con estoicismo a derrochar un sinfín de horas extra no remuneradas -porque, claro, somos afortunados por tener un empleo "con la que está cayendo"-, ha contemplado impasible cómo su sueldo
base menguaba de manera sustancial mientras el precio de los bienes y servicios más básicos (luz,
agua, gas, comida, educación, sanidad, transporte), que deberían ser públicos, ha experimentado sucesivos aumentos hasta alcanzar
cotas delirantes.
El currela ha aceptado transformarse en un esclavo a la vieja usanza, sin el maquillaje del "bienestar". Es más, muchos curritos compiten en sus respectivos puestos de trabajo para demostrar al patrón quién está dispuesto a ser mejor esclavo: hasta este extremo ha llegado el miedo a perder el empleo. Y ¿cuál ha sido la reacción? NINGUNA, más allá de las manifestaciones-batucada de siempre y de un Gamonal que ya ha terminado.
El currela ha aceptado transformarse en un esclavo a la vieja usanza, sin el maquillaje del "bienestar". Es más, muchos curritos compiten en sus respectivos puestos de trabajo para demostrar al patrón quién está dispuesto a ser mejor esclavo: hasta este extremo ha llegado el miedo a perder el empleo. Y ¿cuál ha sido la reacción? NINGUNA, más allá de las manifestaciones-batucada de siempre y de un Gamonal que ya ha terminado.
En primera persona he podido constatar cómo esos currelas
que han ido perdiendo derechos y dignidad a pasos agigantados vuelven a su
lugar de trabajo el lunes y se ponen a hablar de fútbol o del partido de
baloncesto del fin de semana, aparentemente ajenos a toda la miseria que, inexorablemente,
están tragando; aparentemente ajenos a la inmoralidad de los
deportes-espectáculo que, si bien llevan mucho tiempo siendo inmorales, hoy en
día deberían equivaler a un insulto, teniendo en cuenta las millonarias condiciones
de vida de esos presuntos deportistas (que compiten llenos de droga hasta las
cejas y que se jubilan a los 30 mientras el currela medio tendrá que trabajar de sol a sol hasta que muera) y la gestión privada de la que son objeto esos shows deportivos pese a su naturaleza originariamente popular. Pero no, el
balón de oro, el fallo de la Bomba Navarro el último domingo… Siguen siendo los
leimotivs dialécticos del currela medio. Así que digámoslo sin ambages: NO HAY
NADA QUE HACER.
Los que todavía tenemos una pizca de materia encefálica en
el cráneo nos tendremos que joder, ya que nosotros no somos culpables de
constituir una inoperante minoría. Nos percatamos de la situación, quisiéramos
actuar, pero siendo sólo una minoría no pasaríamos jamás de colectivo freak o
como mucho lograríamos que nos tildaran de terroristas y que nos acabaran
torturando en alguna comisaría.
No se podría tachar de terrorista a una mayoría insurrecta, pero la mayor parte de la clase obrera dista mucho de ser insurrecta de modo que mientras la mayoría siga estando compuesta por imbéciles, los que aún tenemos esa extraña manía de pensar no tenemos nada que hacer, aparte de pagar con nuestras vidas por la idiotez de la gran masa, cuyas perspectivas se limitan a ir tirando mientras no me toquen mi playstation, mi smartphone, mi twitter, mi whatsap y mi fin de semana repleto de idiotizantes eventos deportivos (de pago) protagonizados por niñatos millonarios dopados hasta el cuello.
No se podría tachar de terrorista a una mayoría insurrecta, pero la mayor parte de la clase obrera dista mucho de ser insurrecta de modo que mientras la mayoría siga estando compuesta por imbéciles, los que aún tenemos esa extraña manía de pensar no tenemos nada que hacer, aparte de pagar con nuestras vidas por la idiotez de la gran masa, cuyas perspectivas se limitan a ir tirando mientras no me toquen mi playstation, mi smartphone, mi twitter, mi whatsap y mi fin de semana repleto de idiotizantes eventos deportivos (de pago) protagonizados por niñatos millonarios dopados hasta el cuello.
Y deja de joder a quienes somos pueblo pero no idiotas. |
Por todo ello anuncio el fin de este blog, que nació
con la voluntad de despertar conciencias
pero que, a fin de cuentas, me ha llevado a concluir que ya puedes difundir la
efigie sonriente de la infanta cristina entrando en el juzgado, que en el fondo el idiota no prestará atención a esa información porque para su paralizada sesera es mucho más
importante llegar al curro sabiendo quién ganó el balón de oro. Y encima, con la nueva ley mordaza, aún asumes el riesgo de que te apliquen ley antiterrorista si te dedicas a arremeter contra los psicopáticos dueños de este mundo de mierda.
¿Has visto qué injusto? No le han dado el balón de oro a messi. |
La humanidad ya está muerta y, posiblemente, merece morir
aún más. De dicha humanidad-basura excluyo la consciente minoría -entre la que me cuento- que, al ser minoría,
jamás podrá abandonar el papel de víctima. Víctima de la masiva idiotez ajena.
No tengo nada más que decir.
No tengo nada más que decir.