lunes, 30 de abril de 2012

La hegemonía norteña


A Merkel lo que es de Merkel



Yo querrer cerversa en playa mientras española en parro mamarr mi  rabo


En un país que aún es joven e inexperto como destino para la inmigración, las diferencias que se establecen entre la clase de acogida que se brinda a cada colectivo son especialmente agudas. Ello se debe, en gran parte, a que un país joven en este tipo de materia no suele estar constituido por un sistema económico lo suficientemente apoltronado para propiciar la adopción del rol de inmigrantes ricos y colonizadores por parte de sus ciudadanos, en la misma medida en que tampoco resulta lo bastante tercermundista para favorecer la práctica de inmigraciones más desesperadas por parte de esos mismos ciudadanos.
Ciertamente, España fue una gran potencia colonizadora en el pasado remoto y, fruto de ello, aún es una potencia lingüística. Pero, como se solía decir en tiempos de mi abuela, se le ha pasado el arroz. El temperamento colectivo español ya no es culturalmente arrollador e imperialista, lo cual propicia que parezca menos occidental pero no constituye intrínsecamente un defecto.
España es, digámoslo sin ambages, un país joven en lo concerniente a integración social de la inmigración contemporánea. Y ello se manifiesta en actitudes cerriles que en su día ya tuvieron vigencia en otros países actualmente más colonizadores que España. En esos países se acepta de buen grado la mano de obra barata, generalmente proveniente de la Europa sureña. En ese sentido, resulta significativo que mientras los campos de cultivo de Lleida se llenan anualmente de trabajadores africanos dispuestos a ofrecer todo lo que tienen en esta vida (es decir, su mano de obra barata), en otros países vanguardistamente colonizadores como Dinamarca son los ciudadanos españoles, griegos, italianos, portugueses (y últimamente, también eslavos) los que se dedican a cosechar las bien y artificialmente nutridas hortalizas escandinavas. Dado que esta paradoja no impide que los países norteños sean ciegamente admirados y citados como modelos a seguir, vamos a analizar uno a uno los mitos y los tabúes que se han tejido alrededor de esta suerte de potencias filogermánicas que constituyen el omnipresente modelo escandinavo:

PIJEA: la monarquía independiente de SU casa

1.- Mito primero, La inmigración, armónicamente integrada en Escandinavia: En Dinamarca todos están muy satisfechos de contar, ocasionalmente, con irresponsables e indisciplinados europeos sureños que se parten el espinazo en su lugar para que ellos dispongan de vegetales a un precio más módico pero no menos nórdico (esto es, inaccesible para cualquier europeo sureño).
En Dinamarca no quieren ver a africanos ni en negra pintura, puesto que el papel que estos desempeñan en España (recolección de hortalizas, reparto de plomizas bombonas de butano…) ya está cubierto por europeos de segunda, como españoles, italianos, griegos, portugueses y, más recientemente, ciudadanos eslavos. En otras palabras, la presencia de estos europeos inferiores es aceptada como necesaria y beneficiosa siempre que interpreten un rol semejante al que les era asignado a los extranjeros en las polis de la Antigua Grecia.
Esta coincidencia podría resultar elegante a ojos de los propios escandinavos toda vez que cometan la grosería de olvidar que pocos otros aspectos les equiparan a una civilización tan excelsa como la helena. Pero se trata de pueblos generalmente groseros y muy dados al autoenaltecimiento nacionalsocialista, con lo cual no deberían sorprendernos semejantes alardes de megalomanía chauvinista.

2.- Tabú primero, El turismo en los países norteños: En Escandinavia nadie está por la labor de asumir que su país pueda ser visto como un destino de ocio turístico. Esa actividad económica deben regirla ellos. Ellos pueden –y según sus preceptos culturales, incluso deben- realizar turismo varias veces al año, preferiblemente en países del sur de Europa, que resultan muy exóticos mientras duran las vacaciones pero que, de ninguna manera son asumibles como miembros europeos merecedores de un status socioeconómico y geopolítico escandinavo.
El clima, la gastronomía y cierta lasitud meridional en las costumbres, son tres de los factores que los europeos del norte tienen más en cuenta a la hora de elegir su destino vacacional, pero de ninguna manera se trata de factores que ellos aprecien como productos culturales estimables. A resultas de la escasa consideración que sienten por ese género de rasgos idiosincrásicos, han adquirido un higiénico clima económico que se encarga de mantener sus países limpios de indeseables turistas europeos de segunda. Los europeos “pigs” son bien acogidos como mano de obra barata, pero no como turistas. No es casual, pues, que un bolsillo español medio no se pueda permitir unas vacaciones en una ciudad norteña.

"Para pasarlo bien hay que venir al sur"

Raphaela Carra

3.- Mito segundo, Los inmigrantes del norte favorecen nuestra economía ibérica de segunda división: Son numerosos los ciudadanos escandinavos y anglosajones que deciden prolongar su status turístico de manera vitalicia. A ellos eso les resulta muy fácil pues, no lo olvidemos: son norteños. Sus salarios son mucho mayores que los del europeo del este y del sur y ello les permite actuar como perfectos colonos contemporáneos. Basta con echarse un paseo por Pedralbes para percatarse de que los idiomas más frecuentes en dicho distrito elitista de Barcelona no son el castellano y el catalán.
Su superioridad salarial no merecida –pues lo único que les permite tener mucho más dinero que tú es haber nacido en el norte- les facilita adquirir locales y negocios en zonas privilegiadas de tu propia ciudad que a ti te resultarán cada vez más inasequibles precisamente a causa de esta competencia desleal. Lo mismo podemos decir de lo desproporcionados que son los alquileres de viviendas en Barcelona. ¿Cuántos ciudadanos escandinavos, anglosajones, franceses, con un nivel económico que nada tiene de ibérico están dispuestos a pagar más que un español por tener una vivienda mejor? Barrios como el Borne y, cada vez más, aunque en menor medida, el Raval y la Barceloneta, son auténticos guetos anglófilos y/o francófonos, presididos por precios que sólo los ciudadanos norteños pueden afrontar y repletos de negocios y de locales donde generalmente –y muchas veces exclusivamente- se atiende al público en inglés. En esas zonas de la ciudad existen multiplicidad de pubs (ingleses, irlandeses, escoceses, australianos), clubs de claros tintes británicos (el caso del bar Manchester, regentado por ingleses, es especialmente significativo, puesto que ocupa el privilegiado lugar que antes pertenecía a un tablado flamenco) y un largo sinfín de suculentos negocios que enriquecen arcas norteñas. Resulta interesante destacar en este apartado el caso de las islas Baleares. Hoy en día en Mallorca se hace propaganda electoral alemana, es posible sacarse el carnet de conducir en alemán y hay multitud de villas elitistas donde SÓLO se autoriza la entrada a quien tenga pasaporte alemán. Si esto no es colonialismo, que resucite Hernán Cortés y nos lo explique.
Piensa qué está pasando en tu país para que ciudadanos ricos del norte hagan aquí exactamente lo que ellos nunca permitirían que tú hicieras en sus ciudades: colonizarlas tácitamente hasta monopolizar las zonas más atractivas de la urbe para un goce cool y exclusivo (bares propios de Londres con precios propios de Londres pero en un clima impropio de Londres).
Es necesario entender que a este tipo de inmigrantes les favorece sobremanera la simpatía que aquí se les profesa y que ellos no aportarán jamás una riqueza que beneficie al ciudadano medio, puesto que lo único que quieren de este país es precisamente una vida mejor que la de sus ciudadanos medios, aún –o especialmente- a costa de estos. La creación de la Unión Europea ha sido beneficiosa únicamente para ellos, puesto que al ser los habitantes ricos de un continente donde ya no son necesarios los pasaportes, la abolición de las fronteras sólo a ellos les granjea verdadera libertad de movimientos. Un europeo latino no puede abrir un bar o una discoteca en el centro de Copenhague o de Londres, ya se han ocupado de que ello no sea posible. En esas ciudades, un europeo latino sólo puede aspirar a cosechar hortalizas o a reponer cajas de detergente en un supermercado, independientemente de sus calificaciones. Estos inmigrantes norteños no activan la economía de tu país, la paralizan y la convierten en un producto más jerarquizado.
Para desbloquear este sistema económico, basado en la competencia desleal que proviene de latitudes norteñas, es necesaria la inmediata adopción de una de las dos posibles resoluciones, a saber: la disolución de la UE, o la creación de un CIE (canon por la igualdad europea), consistente en un impuesto compensatorio a pagar por todos aquellos inmigrantes del norte –que no forzosamente turistas- que adquirieran bienes y servicios en territorio español. El importe a pagar debería ser proporcional a la diferencia existente entre la remuneración que el inmigrante recibiría aquí, con sus presentes calificaciones, y la que recibía en su país de origen.
Resulta sencillo imaginar que más de la mitad de este género de inmigrantes ya afincados en España, se irían de aquí si tuvieran que renunciar a su ario caciquismo. Además, la implementación de dicho impuesto activaría realmente la economía española y la desjerarquizaría.

"La estadística es aquella rama de la ciencia según la cual si yo no tengo coche y mi vecino posee dos coches, los dos tenemos un coche"

Bernard Shaw

4.- Mito tercero, El modelo escandinavo: Jamás un slogan había sido tan injustificado y tan dañino para con la evolución positiva de la humanidad. En Escandinavia hay un genuino orgullo nacional fruto de su prosperidad económica y social y respaldado por el relativamente escaso número de ciudadanos que han sido necesarios para construir lo que ellos mismos denominan “una nueva potencia mundial”. Indaguemos detenidamente en qué fomentan los escandinavos su nacionalismo. En primer lugar se trata, efectivamente, de países con un escaso potencial demográfico. Además, paradójicamente, se trata de países donde hay un gran número de multinacionales por cápita. Entre los cuatro principales países escandinavos suman unos 25 millones de habitantes (en España somos más de 40 millones, sin contar Portugal, claro está). Vamos a hacer una lista de multinacionales escandinavas: Volvo, Saab (que además de coches, fabrica armas que nutren el ejército norteamericano y el israelí), Ikea, Nokia, SAS, Carlsberg, Tele-2, Absolut Vodka, Aker (la más importante multinacional del cemento), Assa Abloy (líder en cerrajería y sistemas de seguridad), Serene Mobile (telefonía móvil de lujo) y un largo etcétera. Quizás algunos de los nombres de estas firmas no resultan muy mediáticos, pero desde luego son multinacionales y tienen sedes en múltiples países que trabajan a su servicio.
Con razón los escandinavos no quieren ver a los africanos y a los asiáticos en sus tierras, pues ya los tienen trabajando teledirigidamente al servicio de sus bolsillos norteños. Para los empleos de más baja calaña que se han de llevar a cabo en sus propios países, ya nos tienen a nosotros, europeos latinos o eslavos. Y en tanto, desde aquí se les admira y se permite su instalación colonizadora y grosera en nuestras ciudades mientras criticamos a otro tipo de inmigrantes, a saber, aquellos que desempeñan en nuestros países el mismo rol que nosotros ejercemos bajo nuestra condición de inmigrantes latino parlantes.
La sociedad rezuma un odio endémico para con inmigrantes africanos, asiáticos o suramericanos que, a fin de cuentas, cogen el metro como todo hijo de vecino, jamás conducen un Mercedes-Benz, y trabajan más y durante más arduas horas que el resto de mortales. A nadie se le ocurrirá dirigir un improperio contra ciudadanos de primera, esto es, contra escandinavos, anglosajones y franceses básicamente (aunque también hay que añadir a los alemanes), que en absoluto tienden a coger el metro o a trabajar más y en peores condiciones que los ciudadanos españoles. En este orden de cosas, cabe difundir una información que ha sido tendenciosamente silenciada durante décadas para fortalecer el mito del “modelo escandinavo”.
A principios del siglo XX, todos los países escandinavos eran poco más que un erial inmerso en una profunda crisis económica, dato que se ha utilizado durante la transición democrática española para inculcar la creencia en una venidera prosperidad basada en los modelos norteños. El caso de Dinamarca y de Noruega es especialmente llamativo, ya que lo que les permitió reunir suficiente capital para empezar a especular y a explotar países más pobres, fue la venta de acero a Adolf Hitler. El ejército nazi tenía en Dinamarca y en Noruega (especialmente en la localidad noruega de Narvik) dos de sus principales abastecedores de acero, pues ésta era una de las pocas industrias que en dichos países podían prosperar, a causa de las desfavorables condiciones naturales de sus tierras y del mísero clima económico de aquella época. Piensa por qué eso se ha borrado de la mayor parte de libros de historia, los cuales destacan la presunta oposición de estos países a tamaño conflicto bélico.
Lo cierto es que en las latitudes norteñas jamás se ha sentido un gran apego a la verdad filosófica, ya sea individual o socialmente. El precepto moral en Escandinavia es la inhibición de la espontaneidad individual en beneficio de un milimétrico funcionamiento socioeconómico. Se establece una obediencia borreguil a todo tipo de norma con tal de favorecer una armonía a todas luces anti-humanista. Su carácter es pasivo y gregario por naturaleza. No resulta sorprendente, pues, que los escandinavos que se abstienen de abusar de países más humanos, permaneciendo así en su maquinal y gélido bienestar, experimenten una tendencia estadísticamente significativa al suicidio (incluso para eso están culturalmente condicionados para carecer de creatividad, pues suelen arrebatarse la vida en los mismos enclaves).
En la misma medida en que son profusos en multinacionales, son parcos en hombres que hayan alcanzado notoriedad gracias a su genio personal o artístico. En toda la historia de los países escandinavos sólo podemos destacar universalmente a Kierkegaard, Munch, Sibelius, Ibsen, Bergman, Andersen, los hermanos Laudrup y Henrik Larsson (que es medio africano y, según sus propias palabras, lo pasó muy mal a causa de ello durante su sueca infancia). Teniendo en cuenta que estamos aunando cuatro países, no es para lanzar cohetes nacionalistas, toda vez que se mantenga el aparato crítico ojo avizor.
Llegados a este punto, resulta oportuno recordar que los escandinavos suelen mostrarse orgullosos de derivar de los vikingos. Jamás escuché un motivo más ridículo para fomentar un nacionalismo (y ya es decir).
Los vikingos son un pueblo primitivo y muy rudimentario, prácticamente equiparables a los iberos. Su cultura era animalesca y su gran baza, la navegación, basó su éxito en el coraje irracional de sus marineros, jamás en su ingeniería náutica, pues ésta consistía en arrancar de cuajo el tronco de un árbol y en vaciarlo hasta lograr una oquedad que debía acoger a un puñado de argonautas vikingos. No me parece suficiente para sentirse superior a nadie, si es que algún motivo nacional puede justificar algún sentimiento de superioridad, cosa que yo me atrevo a negar.

5.- Tabú segundo, Prosperidad y refinamiento norteños versus barbarie y ruina musulmanas: mientras en Escandinavia horadaban troncos de árboles, (siglo X más o menos), en múltiples países musulmanes se desarrollaba la poesía, la literatura, la filosofía, las matemáticas y la ciencia gracias a autores como los poetas Al-mutanabbi, Abu Nuwas, al-Marri, a los matemáticos Al-Ma’mûn (fundador del álgebra, necesaria para nuestra informática) Nâsir-al-Dî al-Tûsî (formulador de la moderna trigonometría), el humanista Omar Khayyam, que además de una obra literaria de valor universal, proporcionó una completa clasificación de las ecuaciones cúbicas con soluciones geométricas encontradas mediante la intersección de secciones cónicas, al astrónomo Al-Fazarí (inventor del astrolabio), a Nasir Al-Dinturí (inventor de las actuales tablas astronómicas), Al-Batani (formulador de la trigonometría esférica que permite, entre otras cosas, predecir con exactitud los eclipses), el sabio místico sufí Abû Sa’id Abolkheir entre muchos otros.
A la luz de estos datos, resulta vergonzoso que el mundo árabe sea tan fácilmente tildado de bárbaro. La cultura islámica es, por lo que acabamos de ver, relativamente poco frívola. Por lo dicho más arriba, el misticismo, la introspección, el talante reflexivo, la abnegación, alcanzan en esos países dimensiones a veces estremecedoras.
Sin embargo, se ha establecido una suerte de tabú alrededor del mundo musulmán, de modo que todo aquél que se aproxime a dicho mundo sin una buena carga de suspicacia –e incluso de odio- en el corazón, no merece la consideración de la comunidad occidental.
Constante e hipnóticamente podemos oír comentarios acerca de lo vejatorio que es el trato a la mujer en los países islámicos, sin que en realidad tengamos elementos de juicio de primera mano.
Si la realidad musulmana es tan lejana a la nuestra como solemos suponer, resulta sin duda demasiado frívolo condenar un aspecto que a causa de esa misma lejanía no podemos conocer –o que sólo podemos conocer por mediación de un tendencioso telenoticias-. De esa frivolidad irreflexiva y condenatoria, nacen ciertas paradojas: ¿acaso es muy respetuosa para con la mujer la pornografía en Occidente? Yo soy occidental, y sé que los varones occidentales descubren la sexualidad a una tierna edad en base a pornografías degradantes y ultrajantes para con el género femenino. Términos como bukake tienen mucho de occidental y de vejatorio y nada de musulmán.
No estoy defendiendo, en este punto, las lapidaciones ni los velos momificadores, simplemente me remito a una frase bíblica –no coránica- para dar a entender a un posible lector occidental que debe ver la viga, o por lo menos la paja (bukakista o no) en su ojo antes de criticar la viga o la paja del ojo ajeno. Y no es tan fácil ver las punzantes e hipócritas pajitas en el propio ojo.
En otro orden de cosas, cabe señalar que en los países musulmanes la tendencia a explotar a otros pueblos mediante multinacionales y otros ardides, en caso de que exista, no es, ni de lejos equiparable a los arrogantes modos de proceder de los países más arriba señalados. Suelen ser ellos quienes se defienden de los conatos imperialistas y petrolíferos de países norteños (guerras como la de Irak o la del Golfo Pérsico dan buena fe de ello). Sus intereses son, generalmente, más humanitarios y menos económicos que en el norte de Occidente.
En los países musulmanes no hay discotecas donde cobran 15 euros por entrar y por aspirar a un casual y siempre vacuo desenfreno pornográfico –probablemente ello se produzca en occidente a causa del inconsistente tipo de enseñanza sexual que obtienen los pre-adolsecentes-. En los países occidentales, en cambio, interesa particularmente que la gente no crea en ideales como el amor conyugal, porque la gente que cree en ideales terrenos es más equilibrada y, por ende, más peligrosa. Por eso los países norteños temen a los musulmanes: no se trata de pueblos nihilistas y eso les permite ser irreductibles. Y también por eso, resulta conveniente fomentar un odio hacia lo musulmán, moldeando una imagen bárbara de su cultura y omitiendo todos los datos (algunos los hemos repasado más arriba) que graban la misma con letras de oro en la historia de la humanidad. En ese sentido, resulta enriquecedor acordarse de las caricaturas mahometanas que un periódico danés publicó recientemente. Sin que yo tenga nada en contra de caricaturizar a quien sea, sí me siento instado a añadir que quizás sería más vigorizante para su propia cultura que se dedicasen a caricaturizar a su propia familia real. Motivos para caricaturizarla no les faltan. Pero, evidentemente, las caricaturas periodísticas, comúnmente, obedecen a intereses económicos y políticos, jamás humanistas.
A modo de conclusión, podemos aseverar que una persona dispuesta a luchar por su propio equilibrio afectivo y humano será alguien menos manipulable porque no derrochará sus limitadas energías en burdas y económicamente sangrantes cacerías nocturnas, ni se sentirá tentado a consumir los más modernos y más inútiles y ridículos artículos de consumo para ser más contemporáneo, hedonista y atractivo.
Son, sin duda, malos tiempos para los ideales y muy malos tiempos para el amor y para el sacrificio conyugal. Son buenos tiempos para las discotecas destinadas a cincuentones y a puretas desengañados a base de desilusiones culturalmente condicionadas. A la luz de todo lo expuesto, conviene revisar qué aspectos merecen ser admirados en cada latitud y qué países hacen del mundo un lugar menos poético anteponiendo su sadismo narcisista a la libertad e independencia que debería obtener toda expresión cultural y espontáneamente humana.

2 comentarios:

  1. El día que llueva a gusto de todas las cosas, los tomates ya no serán comestible, pues formarán sus propias familias, las pieles de los animales no terminarán en la boutique del paseo de Gracia, las flores y las plantas no se podrirán agonizando en casas o en floristerias, los arboles crecerán en medio de la carretera, las aves volarán por donde les plazcan, las abejas, las que quedan, se dedicarán en algo más que producir miel para las personas, en fin.. los colores devolverán a la tierra el aspecto que esas personas no perciben pues el miedo, los infla a compasión, pues en colectivo, esas personas sienten merecer la vida por encima de toda las cosas... Pero tranquilos, no llueve a gusto de todos y todas las cosas...

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  2. no es que no llueva al gusto de todos, es que siempre, desde la noche de los tiempos, ha venido lloviendo SÓLO al gusto de los mismos -qué casualidad, ¿no?- o, si lo prefieres, que siempre llueve sobre mojado.
    El rollo de que las desigualdades sociales siempre han existido y de que son inherentes a la naturaleza humana, puedo aceptarlo hasta cierto punto. Y ese cierto punto hace ya mucho que quedó pulverizado. ¿Quién lo pulverizó? Banqueros, accionistas mayoritarios de empresas multinacionales, magnates de la comunicación y del petróleo, otra vez banqueros y, por último. los políticos, auténticas ratas mendigantes de poder.
    Así que ellos son CULPABLES de toda la miseria y muerte que se nos viene encima. Hay cierta gentuza, como el pijo que va de progre comocido como Aleix Saló, autor del presuntamente crítico Españistán (de hecho, a juzgar por el juego fonético, al señor Saló le parece más encomiable el régimen yankee que el de pakistán o afganistán, a mí personalmwnte no), que afirman que hablar de culpables es peligroso.

    http://www.lavanguardia.com/cultura/20120503/54288840141/entrevista-aleix-salo-simiocracia.html

    ¿Peligroso para quién? Para los culpables, claro está. Porque para el pueblo lo peligroso es quedarse en casa viendo Españistán.
    La ecuación es en verdad muy simple: el poder conlleva responsabilidad y la responsabilidad, en caso de crisis, acarrea CULPA. Ergo: mayor poder= mayor responsabilidad= MAYOR CULPA. ¿qué los poderosos realmente no fueron capaces de prever lo que iba a suceder? Entonces su crimen tiene otro nombre: NEGLIGENCIA. Lo que está claro es que el ciudadano de a pie tiene muy poco poder -tan poco poder como libertad, es decir casi 0 patatero- y que, por ello, su culpa es también nula. Encima pretenden hacernos creer que la esclavitud a que nos someten a base de reformas y recortes es fruto de un fallo estructural, como si fuera obra del espíritu de la Navidad o de cualquierr otro ente abstracto. ¡Basta ya! Hay culpables, y si el puto Aleix pijo de mierda Saló,dibujando sus historietas guays en su loft de Sarriá -quién pudiera eh, apestoso siervo condenado a trabajar de 7 a 20 todos los días a cambio de un pisito de alquiler en Nou Barris- ve peligroso hablar de culpables, quizás deberíamos considerarlo también a él un culpable. Porque aquí somos muchos esclavos y son muy pocos los señoritos y los faraones. Que em`piecen a temblar, hijos de la gran puta.

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